N.º 1 de la Biblioteca teatral APE Quevedo
Una obra de José Alberto Maestro Luengo, Silvia Agosto Riera y Pedro Hilario Silva
PDF de la obra Francisco Giner de los Ríos. Escenas de la vida de un pedagogo español
PRESENTACIÓN
Las obras que ofrecemos a continuación: Francisco Giner de los Ríos. Escenas de la vida de un pedagogo español, bajo los términos de la licencia de derechos de autor Creative Commons, es la primera publicada en esta sección, y está dirigida a todo aquellos que deseen conocer la figurar de este pedagogo, escritor y pensador español; sin duda, una de las figuras más destacadas de la historia intelectual de España.
Publicado en la web de la Biblioteca APEQ el 8 de octubre de 2022.
Divida en doce escenas, la obra fue representada por primera vez en el IES Francisco Giner de los Ríos, de Alcobendas, como motivo del cuarenta aniversario de su creación; y tenía como objetivo fundamental lograr que los alumnos y alumnas y sus familias conocieran un poco mejor a la persona que había dado nombre a su centro.
Construida sobre dos líneas narrativas entremezcladas de manera alterna, la pieza nos acerca, en la primera, a la imagen que del autor de Educación y enseñanza tienen las generaciones actuales; mientras que, en la segunda, se hace un emotivo recorrido por algunos de los hitos (escenas) fundamentales de la vida del creador de la Institución Libre de Enseñanza.
- Dramatis personae
- Escenas 1 a 12.
Dramatis personae (Por orden de aparición)
- Robert
- Beatriz
- José Alberto
- Pedro
- Óscar
- Francisco Giner
- Alumno 1
- Alumno 2
- Alumno 3
- Alumno 4
- Alumno 5
- González Almada
- Don Jacinto
- Padre Joaquín
- Francisco Giner (niño)
- Ismael (niño)
- Alumna 1
- Alumna 2
- Alumna 3
- Alumna 4
- Alumna 5
- Bailarina
- Ismael
- Nicolás Salmerón
- Gumersindo de Azcárate
- Augusto
- González de Linares
- Militar
- Concha
- Juana Lund
- María Machado
- Criada
- Antonio Machado
- María Moliner
- Bartolomé Cossío
Escenas
Escena 1
[En escena, están Bea y Robert revisando papeles. Una mesa y varias sillas alrededor. Es el departamento de un centro escolar. José Alberto entra. Saludos.]
José Alberto: Hola, ¿habéis leído el e-mail que os envié? ¿Qué os parece, nos ponemos a ello?
Beatriz: Sí, ¿no?
Robert: La verdad es que es una buena idea, su vida da para varias obras.
Beatriz: ¿Te han dicho para cuándo?
José Alberto: Bueno… sería para estrenarla en abril.
Robert: ¿Nos va a dar tiempo?
José Alberto: Yo creo que sí, pero no sé, por intentarlo…
[Entra Pedro]
Pedro: ¿Intentar qué?
José Alberto: Escribir la obra.
Pedro: ¿Qué obra?
José Alberto: ¿No te acuerdas? Escribir una obra de teatro sobre la figura de D. Francisco Giner de los Ríos.
Pedro: Ah, sí, sí, es verdad; vale, vale.
Beatriz. Y ¿sobre qué escribimos?
Robert: Deberíamos seleccionar algunos momentos claves de su vida.
José Alberto: Eso es. Pequeños retazos de su vida, como breves pinceladas…
Pedro: De todos modos, me sigo preguntando si una obra sobre Giner de los Ríos le interesará a la gente de hoy en día. Estoy seguro de que ni nuestros alumnos saben quién fue este hombre.
Beatriz: ¡Cómo no van a saberlo!
Pedro: Y ¿por qué iban a saberlo?
Beatriz: Porque son alumnos del Giner [en tono de burla]
Pedro: Ya. [irónico]
Robert: Esto se arregla rápido. Vamos a ver… [levantándose]
José Alberto: ¿Qué vas a hacer, Robert? Buenooo… ya va a montar el numerito.
[Sale del escenario y se dirige al público. El resto se irá acercando también al borde del escenario]
Robert: Luces de sala, por favor. A ver, los que penséis que Francisco Giner de los Ríos era un cantante, levantad la mano. Vale. Ahora los que penséis que era un novelista.
Beatriz: Los que opinéis que era un científico.
José Alberto: Los que penséis que fue un médico.
Robert: Gracias.
[Se apagan las luces de sala. Vuelven al escenario.]
Pedro: ¿Veis? No lo conocen.
José Alberto: Pues esto nos debería animar aún más a escribirla.
Pedro: ¿Habéis pensado ya en el tono: ¿comedia, drama…? Creo que es lo primero que se debería decidir.
Beatriz: No sé, lo más conveniente sería hacer una tragedia, sobre todo si tenemos en cuenta cómo sigue la educación en España. [Risas]
José Alberto: Quizá un tono dramático, salpicado con notas de humor ¿qué os parece?
Robert: Bueno, humor, humor… La verdad es que la vida de Giner no da para muchos chistes.
Pedro: ¿Y una parodia?
Beatriz: ¿De qué sirve parodiar algo que no se conoce? ¿Eh?
Pedro: ¿Y el conflicto? ¿Habéis pensado ya en el conflicto?
Beatriz: Pues no, obviamente. ¿Qué crees? ¿Que tenemos ya media obra escrita? Acabamos de empezar.
Pedro: Oye, yo no me creo nada, simplemente pregunto.
Robert: Bueno, no empecemos, que para conflicto el vuestro. Vuestra confrontación continua sí que daría para un drama en condiciones.
José Alberto: Ya está, mirad: la lucha de Giner y sus seguidores a la hora de defender sus ideas educativas, ese es el conflicto. Lo tenemos.
Beatriz: Me parece bien.Y para empezar la obra, deberíamos escribir una escena que muestre cómo era la educación que quería cambiar Giner.
[Los profesores comienzan a colocar las sillas para la escena de la escuela tradicional]
Robert: Eso es, el contraste. Y así resaltamos sus ideas educativas.
José Alberto: Quizás también sería bueno, no sé, que al comienzo de cada escena hablara gente de la ILE sobre la ILE.
Beatriz: Me apunto a esta idea. Creo que ello, además, nos permitiría acercar al público amás protagonistas de esta historia.
Pedro: No sé… no lo veo claro, creo que hay que darle una vuelta más a esto. Quizás mejor podíamos…
Beatriz: Tú y tus vueltas, al final vas a marearnos a todos.
[Pausa]
José Alberto. Me pregunto si tiene sentido que el instituto se llame Giner de los Ríos hoy en día. Giner tuvo su momento, pero hoy la educación ya ha avanzado mucho.
Robert. ¿Tú crees?
Beatriz. Es verdad, ¿para qué mantener el nombre de alguien que casi nadie conoce?
Pedro. No nos volvamos locos. Que no lo conozcan no resta importancia a su labor pedagógica.
[Llaman a la puerta. Entra un alumno]
Óscar: ¿Está Silvia?
José Alberto: No, no está.
Robert: ¿Oye, te gusta el nombre del instituto?
Óscar [Mira con sorpresa]: Pues, no sé, sí, supongo. Suena bien.
Beatriz: Si tuviésemos que cambiarle el nombre qué nombre te gustaría.
Óscar [Sigue sorprendido): Hombre, no sé. ¿Pero se le va a cambiar el nombre al instituto?
Beatriz: No, hombre, no, es un suponer.
Óscar: ¡Ah! Pues la verdad, no sé…
José Alberto: ¿Qué te parecería IES Messi?
Óscar [Molesto]: Eh, eh, ni loco. De eso nada, vamos si se le pone ese nombre me voy del insti. Yo le pondría Cristiano Ronaldo, IES Cristiano Ronaldo. Jo, ese nombre sí que molaría, profe.
Beatriz: Ya, por su contribución a la mejora de la educación universal. No te digo.
José Alberto: Gracias, Óscar.
Óscar [Hace amago de irse, pero se vuelve preocupado]: Pero… ¿no le van a poner al insti el nombre de Messi, verdad?
José Alberto [Sonriendo]: No, hombre, no, vete tranquilo.
Óscar: [Sonriendo también): Vale
Beatriz: No me fastidies, te imaginas, IES Cristiano Ronaldo… Estamos locos, IES Cristiano Ronaldo; vamos, menuda tontería, todo el mundo sabe que el nombre del instituto debería ser Fernando Torres, ese sí que sería un buen nombre [Risas]
Pedro: Me quedo con Giner de los Ríos[Risas]
[Los profesores se mantienen en el escenario toda la obra, como creadores de los personajes. Lo que ve el público es el resultado de la imaginación de ellos]
Escena 2
Francisco: Me llamo Francisco Giner de los Ríos. Me consideran profesor, pedagogo, filósofo, ensayista… pero esas palabras no dejan de ser meras etiquetas, lo que realmente soy, es: entusiasta. Sí, señores, entusiasta de la cabeza a los pies.
¿Me arrepiento de algo, volvería atrás? No, creo que no… Seguro que no. Hice lo que tuve que hacer. No eran tiempos fáciles, es verdad, pero había que intentarlo. Perseguí mi sueño. Dediqué mi vida entera a hacer realidad ese hermoso sueño. Y lo cumplí. No es a mí a quien toca juzgar lo que supuso aquel cambio. A mi lado estuvieron hombres entregados, apasionados como yo, compartimos las mismas ideas.
Ahora, aquí, volviendo la vista atrás, me pregunto si fui feliz. No sé si esa pregunta tiene respuesta, o si tiene sentido. ¿Quién es feliz plenamente? Solo los locos, tal vez; aquellos que han perdido el contacto con la realidad y crean un mundo imaginario en otro lugar, en otra dimensión.
En momentos, toqué la felicidad, claro que sí, me entregué a una causa bella, honorable. Aunque solo sea por eso, mereció la pena vivir. Sí. Y volvería a hacerlo. Sin duda. Pero no seré yo sino la historia quien juzgue la labor que comencé ya desde muy joven.
Escena 3
[En el escenario hay varias filas de sillas. Un mapa de España y una lámina de Biología. Una pizarra y un Cristo.
Entran los alumnos empujándose, tirándose papeles. Alboroto. Todos son varones, vestidos con uniforme: pantalón corto, zapatos. Dejan sus carteras en el suelo junto a sus pupitres.]
Alumno 1: [quitando la cartera a un compañero] Tomad.
Alumno 2: Pasa, pasa…
Alumno 3: Estaos quietos, devolvedme mi cartera.
Alumno 4: Aquí, aquí…
Alumno 1: Cuidado que no la coja.
Alumno 5: Eh, chicos, un partido ¿vale? [enseña un balón]
Alumno 2: Sííí…
[Juegan al balón dentro de clase.
Al cabo de un tiempo, uno de los alumnos va a la puerta de clase]
Alumno 4: ¡Don Jacinto, viene don Jacinto!
[En ese momento todos se van a sus sitios, guardan el balón, se sientan y mantienen silencio.
Cuando entra don Jacinto, todos se levantan]
Alumnos: Buenos días, don Jacinto.
Don Jacinto: Buenos días, chicos. Abran el libro por la página 34. La conjugación verbal.
[Escribe en la pizarra] Amar.
Yo amo
Alumnos: Yo amo.
Don Jacinto: Tú amas
Alumnos: Tú amas
Don Jacinto: Él ama
Alumnos: Él ama. …
[Don Jacinto se acerca a uno de los alumnos y le da un coscorrón porque está distraído, pero no deja de cantar el verbo.
Mientras cantan el tiempo, golpean a la puerta]
¡Adelante!
[Entra un sacerdote. Todos los niños se ponen de pie].
Padre Joaquín: Buenos días, niños; buenos días, don Jacinto.
Don Jacinto: Buenos días, padre Joaquín.
Padre Joaquín: Disculpe la interrupción pero el director requiere nuestra presencia en su despacho.
Don Jacinto: Ahora mismo voy. ¡González Almada! Quede al cuidado de la clase y apunte en la pizarra a los compañeros que se comporten de forma indebida. [El niño González Almada se había levantado como un resorte de la silla al oír su apellido]
González Almada: Sí, don Jacinto.
[El sacerdote y el profesor se van. Un niño, que está en la primera fila, toca el hombro de su compañero. Éste le hace gesto de que se calle y señala a González Almada, que está en el lugar donde antes estaba el profesor. El niño insiste y logra que su amigo le haga caso. Se levantan de las sillas).
Ismael: ¡Francisco, nos van a apuntar en la pizarra!
Francisco: González Almada no nos apuntará. Ayer cuidé la clase y yo no lo apunté, así que me debe una. [Pausa breve]
No soporto la escuela…
Ismael: ¡Ni yo! ¡A quién le gusta!
Francisco: No me gusta don Jacinto, ni me gustan sus clases…
Ismael: Mi padre dice que hay que estudiar si queremos ser unas personas de provecho.
Francisco: Ismael, a ti te gusta pintar ¿no?
Ismael: Me encanta, ya lo sabes.
Francisco: Y si pintáramos en el parque…
Ismael: ¿Cómo en el parque? No te entiendo.
Francisco: Sí, en el parque mismo, imagínatelo, en lugar del aula.
[A medida que habla, uno de sus compañeros sale de la fila con un pincel y comienza a pintar en un caballete imaginario]
Veríamos los árboles, el lago, todo, a tamaño real, y con la luz del día…
Ismael: Suena muy bien…
Francisco: ¿Sabes que Gonzalo lee muchos libros de Historia? Se sabe la vida de muchos reyes. Me dijo que va con su abuelo muchas veces al museo del Prado, y que su abuelo le cuenta las historias de los cuadros, ¿te imaginas aprender así Historia?
[Otro compañero se levanta, se sube encima de la silla y representa la figura de Napoleón. El compañero de su lado toma notas como si estuviese viendo un cuadro. Ya tenemos dos corros, el de los pintores y el de los historiadores. El resto de la clase sigue en la misma postura del principio]
Ismael: Entonces, Gonzalo estudia Historia visitando museos, yo aprendo a pintar en la Naturaleza y si quiero saber dónde está Barcelona ¿tengo que viajar hasta allí? Eso es imposible.
Francisco: ¿Por qué no? La mejor forma de aprender Geografía es viajando.
Ismael: ¿Y la Música, la Filosofía, la Teología, la Geometría? ¿Cómo las estudiamos?
Francisco: Asistiendo a los conciertos…incluyendo debates, como lo hacían los antiguos griegos… Y la Geometría, observando el mundo y sus formas.
[Los dos niños restantes se ponen de pie porque cuando han escuchado la palabra Música, han empezado a tocar un clarinete y un violín imaginarios también]
Ismael: ¡Qué cosas tienes, Francisco! Lo único que falta en tu escuela ideal son las chicas [risas]…
Francisco: ¿Y por qué no?
[En ese momento entran cinco alumnas sonrientes uniformadas.]
¡Bienvenidas!
Alumnas: [coralmente]: Gracias. ¡Por fin estamos en la escuela con los chicos!
[Cuatro alumnas se sientan en las sillas delanteras que han quedado libres. Dos de ellas observan una planta con una lupa y las otras dos analizan un mapa. La quinta se ha colocado junto al pintor y participa también en la realización del cuadro]
Ismael: El lugar de la mujer está en su casa. Ya lo dice mi padre, que mi madre es la reina del hogar. La casa es su reino.
Francisco: ¿Y tu hermana Gertrudis? Siempre te ayuda con las matemáticas y con la Química.
Ismael: Sí…Pero ella iba para monja. Estudió en un convento y por eso aprendió muchas cosas. Pero mi padre pensó que lo mejor era casarla y ahora es feliz con sus hijos.
Francisco: Podría haber sido una buena enfermera. O una médica…
Ismael: ¿Te dejarías atender por una mujer? Yo creo que no… Bueno, depende, si es guapa… [risas]. Si estudian las mujeres, entonces ¿quién se encargará de la casa?, ¿quién cuidará de los abuelos y de los bebés?
Francisco: Pues sigo pensando que también deberían estudiar y bailar.
[En ese momento sale una bailarina y danza por el escenario. Se oye música]
Ismael: Déjame ya de tus fantasías… [Las chicas en ese preciso momento se ponen de pie, se entristecen y van saliendo del escenario en fila. Los sueños se han roto. Los chicos se sientan en el mismo lugar que tenían al principio]
Va a regresar don Jacinto y nos va a regañar. Ayer me pegó con la regla y me dolió el culo toda la tarde.
Francisco: ¿Te pegó por hablar en clase?
Ismael: No, por no aprenderme de memoria la primera declinación de Latín… Pero si nos pilla hablando nos pegará el doble… [Francisco y Pedro vuelven a sentarse en sus sitios]
Bueno, Francisco, te pido un favor… Si algún día encuentras una escuela así, me apuntas…
Francisco: ¿Te gustaría ir a pintar cuadros al campo?
Ismael: ¡Sí, mucho! Pero lo que más me gustaría es que voy a estar todo el día rodeado de chicas [risas. Llega Don Jacinto].
Don Jacinto: Señores, continuamos. Pretérito perfecto simple: yo amé
Alumnos: Yo amé
Don Jacinto: Tú amaste
Alumnos: Tú amaste…
[Todo vuelve a la posición del inicio de la escena]
Escena 4
Robert: ¡Vaya clases! ¿Os imagináis que enseñáramos ahora de esa forma? A ver, vamos a hacer una prueba
[Se coloca como profesor y el resto de profesores como alumnos sentados en las sillas. Ellos intentan repetir las palabras que dice Robert en alemán]
José Alberto: ¡Un rollo!
Beatriz: Nos abuchearían.
José Alberto: Giner tenía claro desde pequeño lo que quería, era un visionario.
Pedro: Y eso que no existía todavía San Google. ¡Qué hubiese sido capaz de lograr con internet a su alcance!
Robert: Y nos creemos modernos ahora [Irónico]
Beatriz: El ABP y el kahoot se le quedan pequeños.
[Pausa]
José Alberto: Entonces, ya tendríamos la primera escena, y ahora ¿qué hacemos con la siguiente?
[Los demás lo miran esperando algún comentario más]
Lo digo por las propuestas de Silvia.
Pedro: Bueno, ya sabéis lo que Silvia piensa sobre ese tema.
Beatriz: Yo creo que lo que ha intentado Silvia es reflejar el pensamiento de una época. Estamos a mediados del siglo XIX, esto no hay que olvidarlo.
Pedro: Sí, pero Giner plantea ciencia o fe. Ese es el debate. ¿Religión fuera o dentro de las aulas? Esa es la cuestión.
Robert: Giner defendía una educación laica.
José Alberto: Exactamente, Robert, aunque Giner era creyente tenía muy claro que la Iglesia no debía controlar la educación, porque ese control era un verdadero obstáculo para su desarrollo.
Beatriz: Un momento, a ver si ahora nos vamos a poner todos extremistas. Ciencia y fe son esenciales y complementarias en Giner. Pueden convivir según él.
Pedro: Sí, pero fuera de las aulas.
Beatriz: O dentro.
Pedro: ¡Buah! [hastiado]. Está claro que en este tema no avanzamos. Tropezamos una y otra vez con la misma piedra.
José Alberto: Los largos brazos de la Iglesia, Pedro, que llegan a todos los sitios, como los pulpos.
Beatriz: Qué fácil es culpar a la Iglesia. La Iglesia es culpable de todo, ¿no?
Robert: No. También los políticos. Imaginaos: una educación laica y sin intereses de los partidos políticos. ¿Qué os parece?
José Alberto: Un mundo ideal, una utopía.
Pedro: Puede ser ¿por qué no? Giner luchó por ello. Todos deberíamos mantener el “espíritu Giner”.
José Alberto: Sí, ¿pero qué hacemos con las propuestas de Silvia?
Beatriz: Pues aceptarlas. Vuestra mirada sobre la Iglesia me parece algo maniquea. Silvia da un enfoque de concordia.
Pedro: Uf… No sé.
Beatriz: Chicos, estamos en el siglo XIX y España fue lo que fue.
José Alberto: Ya y ahora estamos en el siglo XXI y España sigue siendo lo que es.
Escena 5
[En el vestíbulo de un centro escolar. Un hombre, con traje y sombrero, está de perfil al público. No sabe bien por dónde ir. Pretende orientarse en el lugar. Aparece un sacerdote y se acerca al personaje].
Ismael: Perdone, ¿sabe en qué sala es la reunión de exalumnos?
Francisco: No lo sé… Estoy algo perdido… ¿Nos conocemos?
Ismael: Si viniese alguna vez a la iglesia, vería a sus antiguos amigos…
Francisco: [Con sorpresa] ¡Ismael! ¿Eres tú?
Ismael: [Acercándose a darle un abrazo] ¡Francisco Giner de los Ríos! ¡Qué poco te acuerdas de tus compañeros de clase!
Francisco: ¡Te veo muy bien! ¿Pero cuándo te has ordenado sacerdote?
Ismael: Yaves…Sentí mucho lo de tu madre, Francisco. Ella siempre me informaba sobre ti. [Pausa]. Doña Bernarda era una mujer extraordinaria, Dios la tenga en su Gloria.
Francisco: Ella te apreciaba mucho.
Ismael: Me dio muchísima pena no poder venir a su funeral. Estaba de misionero en América. Le dije a tu prima Concha que te mandara mi pésame. Quiero que sepas que le he dedicado varias misas a su memoria y he rezado por su alma.
Francisco: Gracias, Ismael. De verdad. Concha me ha trasmitido tus palabras. Me contó que os veis con frecuencia. Pese a que he viajado tanto, conservo la amistad con mi prima.
[Pausa]
Ismael: Bueno, y ¿qué ha sido de tu vida? Cuéntame.
Francisco: Hace tanto que no nos vemos… No sé por dónde empezar. Terminé el Bachillerato en Alicante, después regresé a Andalucía. Allí estudié Derecho y hace unos años fui a Madrid. Trabajo en la Universidad Central. El año pasado gané la cátedra de Filosofía del Derecho.
Ismael: ¡Catedrático de Derecho! Siempre supe que tú ibas a llegar lejos. Que orgullosa estaría tu madre de ti.
Francisco: ¿Y tú?
Ismael: Yo no tengo mucho que contar. Ingresé en el seminario en Salamanca, estuve dos años en Roma y Dios me envió después a América. Ahora trabajo como profesor en un colegio de la orden en España… ¡Quién lo diría! Siempre criticando a don Joaquín y a don Jacinto y ahora ambos somos docentes. [Se ríen]. Pero no nos parecemos en nada a ellos, ¿verdad? [Sonrisas) Yo intento hacer más amenas las clases… ¿Y tú? ¿Sigues con tus ideas revolucionarias? Me acuerdo de tus propuestas: estudiar en los museos, en los parques…
Francisco: [Con pasión] Y cada vez estoy más convencido, Ismael. Muchos filósofos sostienen que es posible educar en libertad. Deberías leer a Karl Krause.
Ismael: [Irritado) Lo conozco, y dice cosas muy interesantes, aunque es protestante y masón [con tono socarrón], yno acepta reglamentaciones, y en la vida, Francisco, tiene que haber reglas.
Francisco: [Con ilusión] Entonces sabrás que defiende la autonomía de la ciencia y de la educación, ¿qué te parece?
Ismael: Es una idea hermosa, pero como sacerdote me debo a unas directrices que emanan de mi fe.
Francisco: Pedro, hablar de la autonomía de la ciencia no implica dejar de lado las creencias. La fe es importante, pero es una búsqueda personal. No debe condicionar la búsqueda de la verdad.
Ismael: No necesito buscar verdades porque hay una única verdad. [pausa]. Verás, Francisco, tú y yo vivimos dos realidades muy diferentes:tú, en la Universidad, buscas formar ciudadanos para un país moderno, como Alemania o Inglaterra, pero yo trabajo en un pueblo de España, alejado de las grandes ciudades, enseñando a niños y ayudando a sus familias a salir de la pobreza. Mi misión es guiarles para que sean buenos hijos de Dios y alcancen el sentido trascendente de la vida.
Francisco: Ya veo que no te puedo convencer del todo. Pero dime una cosa, ¿no sería estupendo que pudieses enseñar a chicos y chicas juntos? Recuerdo que de pequeño no te disgustaba la idea. Además, debemos avanzar en la igualdad de derechos.
Ismael: [Suspira] Todos somos iguales porque todos somos hermanos. Ya lo dice el evangelio. Tal vez llegue el día en que así sea.
Francisco: Amigo, no quiero discutir contigo, y mucho menos después de tantos años sin vernos.
Ismael: [Interrumpiendo] Yo tampoco,venga, vamos a encontrar al resto de los compañeros, que nos van a dejar sin aperitivo.
Francisco: Esta conversación debe continuar algún día…
[Se acercan con un gesto de amistad]
Ismael: ¿Habrá venido Rodolfo?
(Yéndose)
Francisco: ¿Rodolfo?
Ismael: Sí, el pelirrojo… era un trasto, ¿te acuerdas?
Francisco: Rodolfo, claro… siempre estaba castigado
Escena 6
Francisco: En la Universidad viví años fecundos. Publico libros, estrecho lazos con personalidades importantes de la cultura española: Julián Sanz del Río, mi maestro; Azcárate; Bartolomé Cossío…
Y por supuesto seguí luchando con la única arma con la que se debe luchar: con la razón, con el pensamiento, con la palabra. Estamos en Madrid en 1875, en mi despacho de la Universidad.
Escena 7
[Francisco está trabajando en su despacho. Llaman a la puerta.]
Francisco: Sí. Adelante.
Salmerón: ¿Se puede?
Azcárate: Siempre trabajando, Francisco, hay que descansar también. Anda, deja eso, y vamos a comer algo los tres.
Francisco: No tengo hambre, la verdad.
Salmerón: Enfermarás si sigues con este ritmo de trabajo y comiendo tan poco. Hay tiempo para todo, comemos y luego continúas.
Francisco: No os habéis enterado, por lo que veo.
[Azcárate y Salmerón se miran]
Azcárate: ¿De qué teníamos que enterarnos?
Francisco: Al final lo han sacado.
[Moviendo el papel]
Salmerón: ¿El qué?
[Francisco tira el papel sobre la mesa]
Azcárate: ¿Qué es esto? [Cogiendo el papel]
Francisco: Un resumen del decreto de Orovio.
[Azcárate leyendo en voz baja.]
Azcárate: [Muy Sorprendido] ¡Se prohíbe enseñar nada contrario al dogma católico!
Salmerón: A ver. [sorprendido, le coge la hoja a Azcárate. Lee para sí]
Azcárate: Hila fino este Manolito Orovio.
Francisco: Para eso le han nombrado Ministro de Fomento, a este no le tiembla el pulso.
Salmerón. [Indignado] ¡Cómo se atreven! ¡Alfonso XII y el ejército son los salvadores del país! [Con sarcasmo]
¡Yo, ex presidente de la 1ª República, tengo que tragarme esto! [Muy ofendido]
Francisco: [Sarcástico] La salvación de España está en los Borbones, Nicolás. Ese es el nuevo credo.
Salmerón: Pues a otro perro con ese hueso.
Francisco: Así es España, compañeros, se la ama o se la odia. No caben medias tintas.
Azcárate: Este decreto supone que la Iglesia controle de nuevo la educación.
Francisco: Compañeros, somos hijos de la Ilustración, y ahora nos están exigiendo que tapemos nuestros ojos y que cerremos nuestras bocas. Vuelve la Inquisición.
Salmerón: Qué país más triste.
Francisco: Pero lo peor es que si queremos seguir impartiendo clases, tenemos que firmar el juramento que aceptamos la nueva ley [Muestra la hoja que estaba en su mesa]
Salmerón: ¡No puede ser! [Viendo la hoja]
Azcárate: Asesinan la libertad de pensamiento.
Salmerón: Sabéis lo que os digo, que se vayan a la mierda Orovio y su Decreto.
[Rompe la hoja]
Azcárate: Estoy contigo, no podemos permitir este atropello.
[Se acerca a él fraternalmente]
Francisco: ¿Sois conscientes de lo que estáis diciendo?
Salmerón. No nos harán nada, Francisco, no se atreverán si nos mantenemos unidos. Hablaremos con el resto de compañeros. Somos la intelectualidad de España.
Azcárate: Se arrepentirán de haber puesto a este mojigato como Ministro. No nos doblegaremos.
Salmerón: Claro que no.
Francisco: [Feliz, sonriente] Amigos, estoy orgulloso de vosotros. No dejaremos que triunfen sus ideas retrógradas.[Se miran sonrientes, seguros, cercanos]
Escena 8
[En una celda. Hace frío. Los presos visten camisas y algunos, chaquetas. Discuten, comentan.)
Augusto: [Enfadado. Tiene los brazos cruzados intentando darse calor] ¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí?
González de Linares: ¡Esto es un atropello!
Augusto: Estoy helado.
González de Linares: Tenga mi chaqueta, Augusto.
Augusto: ¿Y usted?
González de Linares: Póngasela, le vendrá bien.
Azcárate: Nos tratan como criminales, y solo somos profesores.
Augusto: [Aporreando la puerta y gritando] ¡Exijo un abogado! Tenemos derecho a la defensa…
González de Linares: Cálmese, profesor. No gaste energías. No vendrá nadie.
Augusto: ¿Cuántas horas llevamos encerrados aquí?
Azcárate: Casi ocho.
Augusto: [Hundido] ¡Ocho! ¿Por qué no nos sueltan? Yo tengo que tomar mi pastilla para el corazón, debo irme a casa. [Aporreando de nuevo] Abran, ¿hay alguien ahí?, ¿me oyen? Debo ir a casa. Déjennos salir. [Llora de la impotencia, de los nervios]
Francisco: Debemos mantener la calma, compañeros.
Azcárate: Un vaso de agua y un trozo de pan en todo el día, es humillante. [tira el pan, ofendido. Francisco tose]
González de Linares: ¿Se encuentra bien? Esa tos no me gusta [va hacia él.]
Francisco: [Levantándose del suelo. González de Linares le ayuda[] Estamos juntos, eso es lo importante [tose]
Augusto: ¡Juntos! La mayoría de profesores no se han unido a la causa, nos han dejado tirados. ¿Para qué ha servido todo esto?
Francisco: No diga eso. Tenemos un proyecto común y la situación cambiará, estoy seguro.
Azcárate;. Francisco, eres tan iluso. ¡Estamos presos!
Francisco: Este gobierno caerá, Azcárate, y cuando eso ocurra, nacerá una nueva universidad: moderna, tolerante, donde se respeten todas las ideas.
[Abren la puerta. Aparece un militar.]
Militar: ¿Giner de los Ríos?
Francisco: Yo.
Militar: Salga
[Se sorprende. Mira a los compañeros.]
González de Linares: ¿Dónde se lo llevan? ¿Qué van a hacer con él?
Azcárate: No se va sin nosotros.
Militar: [El militar los amenaza con el fusil] Quietos. Todos quietos aquí. Él se viene conmigo.
Azcárate: Profesor. [A Francisco]
[Francisco intenta calmarlos. Sale, desconfiado.
Se ven Concha y Francisco]
Militar: Tienen dos minutos.
Concha: ¡Francisco! [Se abrazan].
Francisco: ¡Concha! ¿Qué haces aquí?
Concha: Tenía que venir, en cuanto me enteré…
[Francisco tose]
Concha: ¿Estás bien?
Francisco: Sí, una pequeña tos sin importancia. Pero ¿cómo te han dejado pasar?
Concha: Gracias a Ismael.
Francisco: ¡Ismael!
Concha: Trabaja con el capellán de la prisión. Y nuestras familias son muy amigas
¿Por qué te han detenido, qué ha pasado?
Francisco: Cosas de la Universidad. No firmamos el juramento de Orovio. Y nos han echado a todos de nuestras cátedras.
Concha: ¡Francisco!
Francisco: Pero la razón se impondrá finalmente.
[Se ven interrumpidos por Ismael]
Ismael: Debemos irnos ya, Concha.
Francisco. Ismael.
Ismael. ¿Merece la pena todo esto, Francisco?
Francisco: Claro que sí.
Ismael: Por defender unas ideas…
Francisco. Las ideas lo son todo. Nos modelan, nos dan sentido. Además, estoy preso por sus ideas, no por las mías.
Ismael: [Con gesto de que no hay remedio con Francisco] Debemos irnos, Concha, no podemos estar más tiempo, me expongo mucho.
[Concha se acerca a Francisco]
Concha: Te he traído esto [le pone en la mano una figurita de madera] ¿Te acuerdas? Me la diste cuando éramos pequeños. Ahora quiero que la tengas tú.
Francisco: Concha.
[Concha le abraza]
Ve a ver a mi padre, dile que estoy bien y que en cuanto salga iré a verle.
Concha: Claro. Esta misma noche voy.
[Francisco tose]
Ismael: ¿Estás bien?
[Francisco intenta hablar, pero le da un ataque de tos]
Estás enfermo. Hablaré con el capellán, debes ir al hospital. Debes salir de aquí lo antes posible.
Francisco: No. No hables con nadie. Mi lugar es este, con mis compañeros.
[Pausa]
Ismael: Nunca cambiarás. Nos vamos, Concha.
Francisco: ¡Ismael! Gracias por todo. Eres un buen amigo.[Pedro y Concha se van]
Escena 9
Robert: A mí me parece que esto está saliendo muy serio y muy clásico.
José Alberto: ¿El qué?
Robert: La obra. No lo sé, no lo veo.
José Alberto: ¿Entonces? ¿Qué quieres?
Robert: Veo mejor la línea de la performance, con una estructura diferente, con…
Beatriz: [Interrumpiendo] Ya estás con tus performances, Robert. Queremos contar quién es Giner a un público joven, no estamos hablando de una estrella del rock o un youtuber.
José Alberto: No perdamos el objetivo inicial: informar al público de quién fue Giner y de lo que hizo en educación.
Pedro: Sí, pero todo admite visiones diferentes y cualquier tema puede enfocarse con perspectivas distintas.
Beatriz: Como una parodia, ¿no?
Pedro: ¿Por qué no?
Beatriz: Ya te dije que ¿para qué sirve parodiar algo que no se conoce?
José Alberto: No volvamos a eso, por favor. Nadie impone nada. El que quiera algo distinto que lo proponga, que lo escriba y ¡hale adelante! Pero os recuerdo que hay un plazo de entrega y un compromiso adquirido.
[Pausa]
Robert: A mí lo que no me gusta son ciertas actitudes de Giner. ¿No me digáis que no? Según la biografía que hemos leído, hay ciertos comportamientos, al menos, cuestionables.
[Todos le miran)
Muy luchador por renovar la educación, es verdad, pero montó un colegio privado y para las clases pudientes.
Beatriz: Eso es verdad. Era muy elitista.
Pedro: ¡Elitista! ¡Pero cómo puedes decir eso! Es el siglo XIX. Tú misma nos lo recordaste hace poco. Ahora te lo recuerdo yo [con sarcasmo]. No seáis anacrónicos, cada cosa hay que contextualizarla en su momento histórico. Él quería una educación pública, aplicar sus reformas en la universidad pública, pero no lo dejaron. Cuando a uno le echan de un sitio, tiene que buscar otro camino. No le quedó otra.
Robert: Bueno… [no muy conforme] Mira, Ismael, el cura. Profesor rural, cercano a la gente del pueblo…
Beatriz: Yo lo que sí creo es que este hombre fue demasiado idealista a veces. Y ese idealismo lo perdió. [Pausa] Por ejemplo, con las mujeres.
Robert: ¿No…? [Insinuando juego sexual]
Beatriz: Lo dudo mucho.
José Alberto: Poco, muy poco.
Beatriz: Giner buscaba un ideal de mujer, un imposible.
José Alberto: Yo creo, Bea, que simplemente era torpe en cuestiones emocionales. No sabía gestionarlo adecuadamente.
Beatriz: Ya, pero a una mujer se la ama, no se la moldea al gusto propio.
Pedro: Y amó, claro que sí, a su manera, como todos lo hacemos. Cada uno ama como sabe o como puede.
José Alberto: Giner fue un hombre instruido, viajado; en Alemania se le abre un mundo nuevo, pero España era muy provinciana en aquel momento. El 82% de las mujeres eran analfabetas.
Beatriz: Bueno, muchos intelectuales de entonces se casaron.
Pedro: Digamos que fue hijo de su época y esclavo de su carácter y de su proyecto pedagógico.
Robert: Pero hay que estar en el mundo para todo, si no… se le pasa a uno el arroz.
Escena 10
[Salón de la casa de María Machado. Ella está leyendo un libro.]
Juana: [Llega corriendo, llama a su prima a gritos] ¡Prima, prima!
María: Juana, ¿qué pasa?
Juana: ¿Te acuerdas de Augusto?
María: Por supuesto…
Juana: Ha mandado una nota:viene ahora mismo a hacernos una visita.
María: ¿Así, de repente?
Juana: Y no viene solo… [con intención de crear interés. María la mira, no dice nada]
Viene con Francisco Giner de los Ríos… ¿No es maravilloso? ¡Al fin podéis conoceros!
María: [Turbada] ¿Estás segura? Vino hace unos días y no quise recibirlo porque estaba sola…
Juana: Pues ya ves, parece que le ha picado la curiosidad y viene a verte… Estás muy guapa con ese vestido… Ese color te favorece.
María: ¿Tú crees que le gustaré? Es un profesor importante…
Juana: [La abraza] ¿Qué dices? ¡Eres la mejor persona del mundo! ¡Cómo no le vas a gustar!
[Llega una criada)
Criada: Señorita, dos profesores están en la puerta. Dicen que vienen a hacer una visita.
Juana: [Nerviosa] ¡Que pasen!
María: Hágalos pasar al escritorio.
Criada: Ahora mismo, señorita.
[Se va la criada. María y Juana están visiblemente nerviosas. Al rato, entran Giner y Augusto].
Augusto: Buenos días, señoritas. Muchas gracias por aceptar esta visita tan precipitada.
Juana: ¡Augusto! Hace días que nos tiene abandonadas… ¿Ya no le apetece escuchar a María al piano? [Le extiende la mano y Augusto la besa. Hace lo mismo con María]
Augusto: No diga eso, Juana. Justamente le comentaba a mi amigo Francisco las bondades de María, la delicadeza con la que interpreta… Perdón, soy muy poco cortés. No los he presentado. Las señoritas Juana Lund y María Machado. Queridas señoritas, les presento a mi amigo, el profesor Francisco Giner de los Ríos.
Francisco: Encantado, señorita Juana [le besa la mano y ella sonríe, mirando con picardía a su prima. Después, besa a María] Es un honor, señorita María.
María: [Tímida) El gusto es mío.
Juana: [A Francisco] Augusto me ha hablado mucho de usted… Siente una admiración tan grande que no deja de alabarlo… Está encantado con sus proyectos, sus ideas…
Francisco: Augusto me honra con su amistad.
Juana: [Con cierto tono de reproche]. Usted lo tiene muy ocupado, profesor… Ya no viene a visitarnos como antes… Todavía no ha visto mi jardín, ¿verdad, Augusto? No sabe qué bonitas están las plantas que me regaló…
Augusto: [Sorprendido] ¿Su jardín?
Juana: [Interrumpiendo] Augusto, venga conmigo que le mostraré mis flores… [Juana coge del brazo a Augusto y se van]
María: Juana, espera… [A Francisco] Perdone, es muy impulsiva…
Francisco: [Sonriendo] Ya veo… Pero no se aflija, Augusto está encantado con todo lo que su prima quiera contarle…
María: [Sonríe) ¿Gusta sentarse? ¿Quiere un café, un aperitivo?
Francisco: No, gracias, he desayunado tarde. Después de usted [Hay una mesa baja y dos sillas. Se sientan]
María: ¿Se queda una temporada en Bilbao?
Francisco: No, debo partir mañana.
María: ¡Qué pena! Dentro de unos días haremos un pequeño concierto en casa. Invitaremos a amigos… Tocaré el piano…
Francisco: [Entusiasmado] Me gustaría, pero pronto se inaugura la Institución Libre de Enseñanza, un proyecto pedagógico que hemos ideado varios profesores. Tenemos grandes esperanzas puestas en él.
María: Augusto no habla más que de ello…
Francisco: [Retomando el tema de la invitación] ¿Cuándo es la velada no obstante?
María: Dentro de dos días.
Francisco: Pues quizás retrase mi vuelta… Dos días no es mucho tiempo. Me encantaría escucharla tocar el piano.
[Mira el escritorio] Por lo que veo, también le gusta la lectura…
María: Sí, intento leer todo lo que llega a mis manos.
Francisco: [Interesado) ¿Me permite que le recomiende alguna obra? Si usted me autoriza, le enviaré por correo una novela muy buena. Se llama David Copperfield y su autor es Charles Dickens. También le enviaré mi obra Estudios literarios.
María: Gracias, profesor. Leeré con mucho interés todo lo que me envíe.
[Pausa]
Francisco: Estoy muy a gusto conversando con usted, pero ya es hora de irme.
María: Como usted quiera.
Francisco: [Le coge la mano y la besa]. Hasta pronto, señorita Machado. Tendré el gusto de escucharla, dentro de dos días.
María: Lo espero entonces. [Francisco se va. Ella sonríe y mira sus libros.]
[ Entra Juana)
Juana: Ya se han ido. ¿Qué te ha parecido Giner de los Ríos?
María: [Seria] ¿Cómo se te ocurre irte así? Casi me muero de la vergüenza cuando me dejaste a solas con él…
Juana: ¡Ay, prima! ¡Cómo eres! ¿Qué te iba a hacer? ¿Te iba a comer?…
¡Vamos! Cuéntame algo…
María: Pues primero dijo que se tenía que ir mañana… Y al final se queda y viene a la velada…
Juana: [Entusiasmada] ¡Esto promete! ¿Te imaginas que terminamos casadas con los dos profesores?
María: [Sonríe] ¡Qué cosas dices! Si acabo de conocerlo…
[En el otro extremo del escenario se desarrolla el diálogo de Augusto y Francisco]
Augusto: Bueno, Paco, ¿qué te pareció María?
Francisco: Es una joven formada y con ganas de aprender… [Se detiene]. Pero estamos hablando de relaciones formales, de matrimonio. Una esposa debe ser sensible, refinada, tolerante
Augusto. Las mujeres son como la arcilla, en manos de un buen alfarero, pueden moldearse…
Francisco: Además, soy un profesor sin dinero, no tengo tierras, ni fortuna.
Augusto: María es sensible, jamás se fijaría en asuntos tan mezquinos…
Francisco: Puede ser que ella no, pero su familia sí. Por lo poco que sé de la señorita Machado, jamás aceptará una proposición de matrimonio sin el consentimiento de sus padres.
[Augusto y Juana salen. El escenario queda dividido en dos. En una parte está Giner de los Ríos y en la otra, María Machado. Alternativamente leen las cartas que se han enviado mutuamente. Se irá enciendo u oscureciendo cada lado del escenario según hable cada personaje respectivamente. Al principio comienzan leyendo de pie]
Francisco: Estimada amiga: La velada en su casa ha sido muy acogedora. La animo a que continúe formándose en el estudio del piano, tiene usted grandes cualidades. Como le prometí, le envío los libros que…
María: Francisco, amigo mío: Me he entretenido con las aventuras de David Copperfield y me han interesado mucho sus Estudios literarios…
Francisco: Estimada amiga: El trabajo en la Institución es arduo, pero a la vez fecundo. Estamos haciendo realidad nuestro proyecto y junto con las clases, editaremos un Boletín… [Se dirige a su escritorio]
María: Francisco, amigo mío: Siempre pensando en sus alumnos, en los profesores… ¿Tendrá tiempo para visitar a su amiga? [se sienta]
Francisco: Estimada María: Tengo previsto hacer un viaje a Bilbao a finales de diciembre. Creo que es un buen momento para hablar con sus padres y hacerlos partícipes de nuestras relaciones… [escribiendo las cartas]
María: Francisco, amigo mío ¡Qué alegría saber de su viaje! Sus cartas me dan fe y confianza en el porvenir, creo que sí, que seremos muy felices, porque nuestras almas son hermanas… [escribiendo las cartas]
Francisco: Estimada amiga: ¿Cómo sigue su salud? Estoy muy preocupado por las noticias de que está enferma. Por favor, cuídese…
María: Francisco: Es cierto que mi salud es frágil y por ese motivo mi padre no consiente nuestro compromiso. Afirma que no podré ser una buena esposa, que no podré atenderlo a usted ni a los hijos que Dios quiera enviarnos…
Francisco: Estimada amiga: Después de tanto tiempo, nuestra relación no puede naufragar. Hablaré con su padre.
María: ¿Cree de verdad que seré una buena esposa? ¿Cree que estaré a su altura? En sus cartas solo me regaña. Yo solo soy una joven con defectos y poca salud… En estos cuatro años nos hemos visto tan pocas veces.
Francisco: Siempre pensé que nuestra relación tenía futuro.
María: No se engañe. Jamás fui lo suficientemente buena para usted. Nunca consideró nuestro matrimonio como una prioridad. Creo que solo pensó en mí como una alumna más que debía formar para su Institución… Adiós, mi querido Francisco.
Escena 11
Pedro: Mirad, he encontrado esto. [Proyecta la primera imagen] Giner y sus compañeros en la ILE, de las actividades de la Institución. He pensado que podríamos introducirlas en la obra. Al fin y al cabo, la introducción de elementos visuales es un recurso cada vez más común en las obras de teatro.
Beatriz: Sin que sirva de precedente, me parece que has tenido una buena idea [Risas].
José Alberto: Me gusta, me parece muy bien.
Robert: ¡Fijaos, es genial! Giner y el burro. ¿Y dónde es esto?
Pedro: Cerca de Cercedilla, camino al Ventorrillo. Míralos, ahí van, con el BMW de la época. Desde luego problemas con el tráfico no había, ¿eh?
[Risas)
Beatriz: ¡Y qué me decís de esta! Luego dirán que las actividades extraescolares son cosa de ahora.
José Alberto: Lo que más me atrae de Giner es cómo situó a la educación en las antípodas de la competitividad o de la mera acumulación de datos.
Robert: A mí me interesa sobre todo la manera en que aspiraba a implicar a todos los estratos sociales como motor de cambio. Esa foto es increíble.
Pedro: Mirad, ahí está Giner con Cossío y Rubio. Sin duda la amistad jugó una función fundamental en esta empresa.
José Alberto: Sí, por eso creo que nuestra obra debe mostrar también la relación de Giner con sus amigos. Sin ella la ILE no habría existido.
Beatriz: Todos ellos fueron grandes entusiastas, eso desde luego. Y sus discípulos y discípulas también.
Robert: Pues yo he encontrado estas imágenes de las Misiones pedagógicas.
Beatriz: Ah, las Misiones pedagógicas. Siempre me parecieron una idea magnifica.
Pedro: Sabéis que nacieron de lo que Giner llamó Colonias Escolares. Fue años después de su muerte cuando estas se convirtieron en las famosas Misiones Pedagógicas.
José Alberto: La Misiones fueron un gran avance, pero luego llegó el retroceso con Franco y su proceso de depuración del magisterio español. Si, al fin y al cabo, como decía Bartolomé Cossío, el gran amigo de Giner, las Misiones no pretendían otra cosa que educar.
Robert: [Dirigiéndose al público.] ¿Cómo serían hoy en día las Misiones? A ver chicos, alguno de vosotros vio lo que hicimos el otro día en el patio: la actividad de los libros parlantes. Pues, más o menos, eso sería un ejemplo de misión pedagógica en la actualidad; es decir, alguien que sabe algo y enseña aquello que sabe a otros. ¿Verdad que parece una idea muy simple? Pues sí, lo es; pero quién dice que lo bueno debe ser complicado.
Escena 12
Francisco: Muchas piedras salté a lo largo del camino, pero finalmente puedo decir que sí, que el sueño se cumplió. Bueno, para ser honestos podemos decir que se cumplió a medias. ¿No es verdad?
¡Compañeros!
[Saliendo los compañeros]
¿Logramos nuestro sueño?
Salmerón: Más o menos.
Azcárate. Vamos, no seáis tan exigentes. Yo creo que logramos algo muy importante para España.
Salmerón: Sí, pero nuestro primer objetivo era la Universidad. Y eso no lo logramos.
Francisco: Fue imposible. No nos lo permitieron. Pusimos entonces todo nuestro empeño en la fundación de un colegio. Cambiando la base, cambiaría el país.
Azcárate: Estábamos convencidos de que formando a la nueva generación de distinta manera, España avanzaría.
Salmerón: Las bases son lo esencial. Nuevas mentes, nuevos pensamientos.
Francisco: Y así, los tres: Nicolás, Azcárate y yo, junto a otros cuantos profesores creamos la Institución Libre de Enseñanza, la ILE. El centro de más interés de toda una época de la cultura española.
[Salen tres adultos jugando. Corriendo uno detrás de otro, persiguiéndose, jugando al “Tú la llevas”. Después de correr un rato, paran.)
Antonio: ¿Os acordáis de qué bien nos lo pasábamos?
Manuel: Sí. Juego y enseñanza iban unidos. Participábamos todos los alumnos.
María: Recuerdo que cuando llegué a la ILE, todo me pereció distinto. Los profesores enseñaban de otra manera, no había libros.
Manuel: Es verdad.
Antonio: Ni exámenes. ¡No hacíamos exámenes!
María: Y nos llevaban a la sierra a estudiar las plantas.
Manuel: Y a los muesos para aprender las técnicas de los pintores.
Antonio: Las clases eran amenas.
María: Muy prácticas.
Manuel: Sí. Fue una bonita época. Me gustaba estudiar.
Antonio: [Va hacia el público] Soy Antonio Machado, y recuerdo a mis profesores de la ILE con un gran cariño.
Me animaron a escribir, incentivaron mi creatividad. Me hice poeta.
María. A mí me gusta mucho su poesía. No os perdáis Campos de Castilla.
[Yendo hacia el público]
En la ILE, nació mi afán por la investigación, por la dedicación al estudio. Con los años me hice filóloga, y dediqué media vida al origen de nuestras palabras. Escribí, eso sí, con mucho esfuerzo, el Diccionario etimológico del español. Me llamo María Moliner
Manuel: [Acercándose al público], Hablar de Giner es hablar de mi gran maestro. Tengo el orgullo de poder decir que fui su principal y más amado discípulo. Me llamo Manuel Bartolomé Cossío. Y continué la labor empezada por él en la ILE.
[Pausa]
Azcárate: Pretendimos hacer una sociedad más justa, más moderna, más libre.
Salmerón: Hombres y mujeres instruidos, con conciencia del deber, y con iniciativa.
Francisco: Pero sobre todo lo que quisimos fue formar hombres y mujeres sin más, ni monárquicos, ni republicanos, ni católicos, ni protestantes, hombres y mujeres, solo eso, sin apellidos, para que ellos luego fueran lo que quisieran ser.
Pedro: Muy bien, chicos, el ensayo ha salido fenomenal. Creo que por hoy es suficiente.
José Alberto: Venga, recogemos, mañana a la misma hora.
[A los profesores]
Bueno, lo tenemos. Ya está.
Beatriz: Sí, por fin.
[Se chocan las manos]
Pedro: Bueno, ¿una cañita, Bea?, pero sin parodias, ¿eh?
Beatriz: Invitas tú.
[Risas]
[Música. Se proyectan imágenes de Francisco Giner de los Ríos y de su labor pedagógica]
PDF de la Guía didáctica de Francisco Giner de los Ríos: escenas de la vida d eun pedagogo español
Esta obra teatral y su guía didáctica son materiales didácticos de los que sus autores autorizan y ceden su contenido mediante licencia Creative Commons CC Reconocimiento – No Comercial – Compartir Igual (by-nc-sa).
2. La verdadera historia de Rodrigo Díaz de Vivar y sus leales vasallos
En preparación.
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